La conciencia no es un estado uniforme ni estable. Hay momentos en que, en forma inducida por otros (hipnosis), o en forma auto-controlada, la mente abate su vigilancia y nos sumimos en una apariencia de sopor que posee cualidades muy extrañas. Se le ha llamado “trance”, porque antes se creía que en esas circunstancias ocurría un transitus o tránsito, un viaje del alma a otras regiones.
En esa condición especial los augures adivinan el futuro, los profetas hacen vaticinios, los chamanes conversan con sus dioses tutelares, los polinesios obtienen maná que les permite caminar sobre fuego sin quemarse, los bosquimanos imponen las manos, los curanderos operan “psíquicamente” a sus pacientes, los mediums convocan a los muertos, los adivinos leen la bola de cristal o consultan al caldero de aceite, los poltergeists hacen sus diabluras, la ouija contesta preguntas y los hipnotistas divierten a sus audiencias.